sábado, 13 de marzo de 2021

LA COSTURERA QUE DIÓ EL BUEN PASO



     Érase una vez, una pequeña travesti que hurgaba en los cajones de su madre, siempre curiosa encontró unas revistas de los años ‘50 en muy buen estado llamadas “Burda”. Las mismas hablaban de costura, moda, hasta inclusive traía moldes en su interior (los moldes para ropa son esos fragmentos de papel que marcan las diversas partes del atuendo). Siempre lo vi como un mundo complejo pero atrayente, si bien no entendía mucho lo que leía o a qué parte de la ropa correspondía ese molde, me interesaba lo que se describía en su interior. Mucho tiempo después pateábamos las calles de Once con mi compañera de aventuras Unique, buscando ropas y maquillajes para nuestros shows, ella podía conseguir de todo ya que gracias a su cuerpo hegemónico encontraba diversas ropas que le entraran, por mi parte, lo único que podía conseguir eran blusas de señora mayor y pantalones Palazzo; imagínense interpretando un tema de Beyoncé en esos atuendos arriba de un escenario…

     Fue así que me dije a mi misma: “la ley de talles tardará en sancionarse y éste mundo no está preparado aún para que las gordas estemos orgullosas de nuestros cuerpos y queramos usar ropa ajustada”. Fue así que reaccioné anotándome a un curso de corte y confección, el mismo duraba cuatro meses pero si querías, podías continuar confeccionando la prenda que desearas realizarte. Ahí fue donde entendí el códice de las revistas de mi abuela, a qué se debía cada parte de los moldes, y también entendí que la confección tiene unas pocas leyes básicas que las podés aplicar a muchas cosas y adaptarlas a tu estilo; luego están los diseños Haute Couture que son mucho más complejos, pero yo decidí quedarme en lo expeditivo. 

Noto generalmente en éstos lugares donde cobran a chicas cross para tener un lugar donde montarse y sacarse un par de fotos que la única inclinación a nivel vestuario es de prostitutas de los ‘80: medias de red, minifaldas microcortas acharoladas y algún blusón o remerón en la parte superior. Sinceramente no creo que sea el estilo para todas y que tampoco todas quieran verse como una Adriana Brodsky yendo a visitar al Manosanta, y ahí es donde invito a cualquier ser humano a invertir en una máquina de coser (a la larga la ropa termina siendo más barata si la confecciona una misma) y crear su propia ropa, chusmear revistas, Pinterest, o como hago yo, basarme en los Runways de Rupaul, ya que me atraen mucho las cosas Campy.

Si el problema es el closet, se pueden hacer prendas que hasta que la persona no la vea terminada puede pasar tranquilamente como una remera cualquiera, además en pleno siglo XXI limitar la costura a las femeneidades y los trabajos con herramientas a las masculinidades ya quedó demodé (además es muy erotizante ver a un hombre enhebrar un hilo y aguja a que dependa de su mujer para que le arregle la remera). No nos olvidemos del factor catártico, el sonido de la máquina de coser es antistress: si querés estar sola por varias horas nada mejor que sentarte y empezar a unir retazos.

Por último, si van a invertir en una máquina de coser, mucha gente les sugerirá la marca “Singer” ya que es la que más paga para aparecer en la tele, yo trabajé tanto con “Singer” como con “Janome” y les puedo asegurar que la segunda tiene más aguante. ¿Dónde conseguimos las telas? En Once, en la unión de Lavalle y Pueyrredon van a encontrar las telas más convencionales, y yendo para el lado de Lavalle y Pasteur, las que son más teatrales (que son las que me gustan a mí), como ser, engomadas, acharoladas, con lentejuelas, etc.

Ésta es mi visión de una costurera que se animó a dar el paso.


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