lunes, 16 de noviembre de 2020

MI REDENCIÓN CON LOS HOMBRES

    A partir del momento en que supe que soy Gabriela hace dos años atrás, tuve una sensación en donde a la vida la comencé a experimentar de otra manera. Es muy importante saberse fiel a una misma para que todo eso que te gusta pero lo vivís con cierta tensión comience a ser 100% disfrute porque ya de por sí estás disfrutando algo externo desde una persona que se está disfrutando a sí misma. Pero hubo una duda que me recorrió durante esos dos años, mi relación con los hombres: hay una frase muy popular dentro del transfeminismo que es, “lamentablemente me gustan los hombres”. Y decimos lamentablemente porque los padecemos, desde ese constructo machista con el que nos criamos todxs y que a ellos les cuesta más verlo porque están sumergidos dentro de ese estanque y dentro de esa masculinidad donde no vivencian las situaciones de abuso que nos presentan a las femeneidades y por qué no, a los hombres trans y a las personas no binaries también.

Pero es inevitable ir caminando por la calle y darse vuelta frente a esa masculinidad que cumple tanto físicamente como a nivel actitudinal con lo que nosotras buscamos en un sentido de apareamiento. Pero qué pasa cuando involucramos las emociones? Ayer tuve un debate con la persona que me inspiró a escribir éstas palabras donde él me decía que las emociones las mueve la mente y yo le sostenía que las emociones no dependían netamente de la mente, cuantas veces llegamos a  sentir algo sin siquiera haberlo procesado con el pensamiento? Había llorado él y había llorado yo, entonces necesitábamos ponernos más racionales para despejarnos de ese estado de melancolía.

He hecho mucho daño en mis relaciones antes de transicionar y ellos también me han hecho mucho daño, entendí que el daño que yo ejercí sobre ellos formaba parte de mi inconformismo, quería deshacerme de esa versión masculina pero como no podía me deshacía de mis ex como si fueran objetos sin sentimientos, o peor aún me daba goce verlos llorar en el momento de la ruptura.

Tuve que esperar dos años pero finalmente pude descular el misterio, o por lo menos parte de él. Todo comenzó por medio de un mensaje que me llegó de esas apps que se utilizan para tener encuentros, estaba con mucho trabajo así que mientras esperaba a que un cliente me diera acceso remoto, procedía a responder los mensajes de esa app. Recibo el mensaje de él, no me había parecido atractivo pero me llamó la atención su semblante triste, le respondí apresuradamente porque el cliente me logró dar acceso remoto. Me había dicho las típicas excusas que nos dicen siempre: nos vemos mañana, se me rompió el celu y no te pude escribir, y otra frases que sabés que terminarán en la nada misma.

Hasta que llegó el sábado, los fines de semana los aprovecho para dormir la siesta que no puedo dormir los días de semana, los sábados por la tarde son el horario predilecto para los hombres que se sienten sólos o pueden escaparse de su vida heteronormada, pero como mi prioridad es la siesta, cuando me suenan las notificaciones de la aplicación, hago caso omiso. Nunca entendí por qué leí el mensaje que me mandó él, como siempre digo, desde que lo conocí nunca más pude dormir la siesta. Me dijo que podía verme a las 14hs, le dije que sí (no me venía mal un encuentro sin buscarlo), al rato me dice que nos vamos a tener que ver a las 15hs porque iban a buscar algo a su casa, con lo estructurada que soy y fanática de la puntualidad le dije que sí pero si me volvía a cambiar el horario le cancelaba (de haber sabido que la impuntualidad era su sello característico...).

Finalmente llegó, yo pretendía algo rápido y dormir mi merecida siesta, pero nunca la tuve, su relato sobre las desgracias que había tenido los últimos seis meses en su vida, mostraba una vulnerabilidad que me agradaba mucho más, que la coraza de macho alfa despreocupado con la que se había presentado. 

Ni bien comenzamos a besarnos me había propuesto quedarse a dormir, a lo que dije que era mejor esperar (las pocas veces que se quedó a dormir un hombre en casa, no pude descansar debido a los ronquidos y a que ni siquiera me hacían cucharita). Luego de hablar tendidamente esa tarde fue a su casa a entregar un trabajo y quedamos en que volvería a la noche. Hacía mucho tiempo que no compartía una noche así con alguien: vino, cigarros, música, charlas en el balcón y una bella noche haciendo cucharita. En ese momento logré verlo en su completa vulnerabilidad, un ser que se mostraba como todopoderoso pero se hacía bolita en cuanto lo abrazaba. Esa percepción de carita triste que percibí en la primera foto la terminé constatando con el correr del tiempo.

Se quedó el domingo y se quedó el lunes, generalmente disfruto de mi soledad, ésta vez, disfruté de su compañía, me cebaba mates mientras yo trabajaba y no me molestó. Atrás quedaron los miles de hombres que te cogen, acaban, se suben los pantalones y se marchan y entonces me di cuenta que era el momento perfecto para hacer esa “reparación histórica”. El máximo desafío era no ser agresiva con mis palabras, estaba actuando la mente por sobre la emocionalidad, pero esas emociones eran las que me motivaban a hacerlo.

Fueron varios fines de semana compartidos, entre cucharitas, cenas que él preparó, mates que nos preparamos, llantos entre cuatro paredes, abrazos por toda la casa y hasta sacó varias veces a pasear a mi hijx.

Pero no todo es color alegre, el fantasma de su ex da vueltas por alrededor suyo, una mujer-cis hegemónica que lo tiene prendado aún y es el motivo por el cual él no quiere algo serio. Con una mano en el corazón yo tampoco quiero algo serio, sólo busco disfrutar una relación sexoafectiva con otra persona sin etiquetas que limiten, pero sí lo noto desenfocado y hay un miedo infundado de que un día cruce el blindex de mi puerta de entrada y no lo vuelva a ver.

A pesar que mi psicólogo me haya dicho que hay preguntas que no se deben hacer, yo se las hice, por lo menos para sacármelas de encima y que no me pesen tanto, otras elegí quedármelas.

Ambos somos conscientes que yo siento por él muchas cosas que las que él siente por mí, llegué a mencionárselo como para establecer que tengo las cosas en claro. Él sigue viniendo y yo sigo disfrutando, pasó un tiempo prudente y me noto haciendo las cosas bien, ninguna palabra de daño salió de mi boca, no levanté ninguna barrera hacia él por el simple hecho de ser un varón cis. Cuando salimos a la calle veo las caras de las personas mirándonos a lxs dos y susurrando, yo observo, él está en su burbuja sin darles importancia, lo único que me resta es aprender cómo lo vive. Desde su operación riesgosa toma la vida más light, y yo trato de capitalizar todo eso y aprender. Logré vencer la barrera de su impuntualidad, los niveles de mi ansiedad bajaron muchísimo. Debo reconocer que me cuesta escuchar música a solas porque siempre la escucho con él, sé que eso no está bien. Esa dependencia hacia él no es sana, las dependencias NUNCA son sanas, y es algo que lo estoy trabajando, no llegué a enamorarme porque me atrae lo que es, no lo que imagino que es. Hay un nivel de disfrute muy grande, no hay conflictos entre nosotrxs, pero sí traemos nuestros conflictos a la mesa, tanto los personales como los de nuestro entorno, yo estoy aprendiendo algo de él y deseo que él aprenda algo de mi.

Pero lo más importante es mi propia superación, el saber como es Gabriela relacionándose amorosamente con otro hombre, pude confirmar que los momentos se disfrutan mejor si se disfruta la identidad de  una misma.


 

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