miércoles, 13 de mayo de 2020

LA RESISTENCIA A ENVEJECER

Recuerdan cuando éramos adolescentes y nuestrxs xadres nos decían: “esa música que escuchás es horrenda, la música que escuchábamos antes era mejor, no sonaba a ruido”.? Y nosotrxs nos manteníamos reticentes a responder porque sabíamos perfectamente que ellxs escuchaban cosas como el Club del Clan, donde abundaba lo Naif y los versos se repetían ad infinitum. De alguna manera nos quedábamos cómodxs porque había una grieta entre ellxs y nosotrxs y que en cierto momento parecía un estadío al que nunca llegaríamos…
Pero el tiempo pasó y acá estamos, en esa visagra donde como si fuéramos Rodrigo de Triana estamos avistando indicios de que nos estamos convirtiendo en esxs xadres que se quejaban de la música y de todo lo que hacían los jóvenes, y ahí es cuando una especie de temor abunda porque sabemos que estamos arriba de un tren que va a chocar en cualquier momento y no podemos hacer nada. Y como personas que se están quedando peladas que se empiezan a peinar los mechones del lado que no hay pelo para tapar con un dedo el bosque, ese bosque deforestado al que ya no se le pueden cargar semillas cuyo suelo quedó árido por el paso del tiempo y la herencia.
Particularmente no le tengo temor a  la vejez como método de un calendario que va perdiendo sus hojas, de hecho me da muchísima curiosidad llegar a mis 40 años y hacer un inventario de todos mis logros (falta un año). A la parte que le tengo temor de envejecer es el deterioro, viendo a mis viejxs no veo un futuro muy brillante y de hecho el dolor de mis huesos a ésta edad me lo hace notar, mi autonomía de usar tacos no puede exceder las 4 hs. Porque mi dolor de cintura crónico hace que pierda la sensibilidad de los dedos de los pies, por ende pierdo el equilibrio al caminar luego de ese tiempo (si, seré una trava en zapatillas ya que detesto las chatitas). Y releyendo ésto también me remite a cuando me juntaba con mis viejxs y mis tixs y el tema de conversación principal era la medicación que tomaban y los dolores físicos que tenía, eso también lo veíamos muy lejano, y acá está, dándonos la mano e invitándonos a ésta nueva etapa.
Entonces como seres humanos: Qué hacemos como para que ésto sea más llevadero? Cuando era chica recuerdo ver pasar a un señor de 60 años canoso con barba y unas zapatillas All Stars color violeta, y ahí fue que decreté que cuando sea grande sería una pendevieja, me encantaba lo que veía (siendo que a mucha gente le choca ver pendeviejxs por la calle, enojándose porque no asumen su edad). De hecho cuando a mis 12 años veía Jugate Conmigo, sabía que sería como Cris Morena, sólo que Travesti y abortera, de hecho ya muchas personas de veintipico me dicen la tía Gaby, así que de alguna manera está sucediendo, voy por la vida con mi funda de teléfono de Stitch y mis zapatillas rojas acharoladas (los looks de señora los dejo para cosas formales).
Pero hay cosas  a las que sí no he llegado porque aún al día de
hoy mientras escribo ésto me resultan ajenas. Recuerdo cuando hace diez años la generación anterior a la mía había comenzado a usar Facebook. Enseguida mi generación comenzó a migrar a otras redes sociales porque se había desvirtuado  el uso de la primera red de Mark ya que pasábamos de subir fotos con amigxs, hacer comentarios graciosos para nuestra jerga grupal y divertirnos con tests frívolos a leer artículos de gente indignandose con lxs políticxs, ver noticias trágicas, leer estados de gente indignándose porque “la luz había subido”. Esa fue la señal para migrar, porque ya vivíamos esa realidad y Facebook nos sacaba de ella momentáneamente, y nuestros mayores comenzaron a traer dicha realidad a nuestro espacio de ocio.
Ahí apareció Instagram por si queríamos aparentar ser felices o Twitter si queríamos bardear a alguien.
Ayer mientras leía unos comentarios de compañeras cross, me llamó la atención un debate que se armó entre una cross de veintipico de años y dos cross de mi generación, que me remitió a mi vieja diciéndome: “en mi época la música sonaba mejor”, en éste caso la cross de veintipico no se mantenía reticente y les contestaba. 
Todo comenzó en el entorno de la cuarentena, el tedio que hace que nuestra psiquis obre de manera extraordinaria, generó ésta ola de abordar nuevas redes sociales, en éste caso ya cansadxs de no poder aparentar una vida feliz en Instagram debido al encierro, ya no saber a quien más putear en Twitter o no saber qué noticia indignante compartir en Facebook, la gente migró a Tik Tok, pero no fue como en su momento sucedió con una generación que se fue de Facebook sino que absolutamente todo el universo se dispuso a liberar memoria de su celular para bajarse dicha app.
La diferencia generacional se nota más que nada en el tipo de contenido (así como sucedió en Facebook), los más jóvenes publican un festival audiovisual, donde la música, los diferentes layers, la iluminación y el dinamismo dan una sensación muy distinta a las publicaciones de mi generación que generalmente es hacer un lipsync de un audio centroamericano, o compartir los chistes a lo Landriscina. Pero lo polémico no es ésto ya que cada unx elige lo que va a ver y a lo sumo si la app se pone maliciosa aplicará un dislike como sucede en Youtube. El debate radicó en que ésta app marcó con letra Bold la diferencia generacional. Tener Tik Tok en el celular lo defino como ponerse las All Stars violeta, andar con una funda de Stitch a casi tener 40 años o taparte la pelada con esos 4 cabellos que te quedan en la cabeza. Y lo que pude leer entre líneas en ese debate fue una especie de dolor, ese dolor emocional como cuando te dicen: estás más gorda ó te estás quedando pelada ó estás más bajita, debe ser que caminás más encorvada. Y es en ese momento que respondemos con una agresión. Porque estamos dolidxs pero sabemos que es verdad. NADIE puede opinar sobre nuestrxs cuerpxs, sobre cómo nos vestimos (muchas de las que se indignaron critican como se viste o maquilla el resto), sobre lo que comemos o sobre la app que instalamos en nuestros celulares, yo elijo no usar Tik Tok (por ahora) y sí elijo llevar zapatillas acharoladas rojas, el dolor de ser vieja no me viene tal vez porque toda mi vida me dijeron que estoy más gorda, que ya estoy grande para ver “dibujitos” y millones de cosas más, sabemos que envejecer no sólo conlleva “achaques” sino que también quedamos excluídxs de muchos sectores, pero desde que llevo mi vida trans, cuando me acerco a un lugar nuevo siempre camino con la pregunta en mi cabeza de si me dejarán entrar ahí o no, así que no le puedo temer a algo que está sucediendo y no que está por venir.
Así que para concluir ésta texto les dejo la frase de un gran filósofo contemporáneo: Yo si estaba en onda, pero luego cambiaron la onda, ahora la onda que traigo no es onda y la onda de onda me parece muy mala onda... ¡Y te va a pasar a ti!

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