Se que no logro nada contando esto acá, pero preciso hacer catársis: Capuchino era un perro callejero de cabeza cuadrada, cuerpo fibroso y pelaje marrón (muy parecido al mío) y tenía el plus de tener heterocromía. Hace 4 años vivo en Ballester y siempre me cruzo por la calle a un cartonero que veo que se lleva bien con todos los comerciantes pero a mi me miraba fijamente, como enojado. Una noche me dispongo a saludar a Capuchino ya que era muy amigable y este señor cartonero atina a decirme el nombre del perro. Estos días noto que Capuchino ya no anda por las calles de Ballester, recién venía paseando a mi perro y vi que el señor cartonero caminaba hacia mi lado, lo mira a mi perro (algo que nunca había hecho) a lo que yo atiné a decir: "querés saludar a mi perro?". El semblante de él cambió completamente, como si de bajar una barrera se tratase y se puso a jugar con el lechón. Aprovecho la movida y pregunto por Capuchino, su respuesta fue lo que sospechaba y no tenía ganas de escuchar: "Capuchino falleció por un virus". Nos pusimos tristes los dos. Con lágrimas en sus ojos me contó que lo extrañaba mucho, luego de hablar un rato más me dice: "yo siempre te veo pasar por Ballester". A lo que respondo: "yo también, pero no te saludé porque no sabía que onda..." En conclusión él pensaba que lo miraba mal por croto y yo pensaba que él me miraba mal por travesti. Cierro el diálogo diciendo: ahora ya sé que está todo bien y te puedo saludar. A lo que él asiente.
Nada nos devolverá a Capuchino, pero nos enseñó que por más que militemos la comunicación muchas veces damos por sentadas cosas donde debemos aceitar y ajustar aún mas los engranajes, sobre todo en el diálogo. Hasta siempre Capuchino.
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