martes, 8 de febrero de 2011

EL PORQUE DE SALOMÉ

Éste fragmento esta sacado del libro: ´´Comer, Rezar, Amar´´ de Elizabeth Gilbert y es lo que resume mi relación con mi sobrina mayor y el amor que siento por ella.

´´Nick, mi sobrino, es un niño de 8 años, delgaducho para su edad, tan listo, ocurrente, sensible y complicado que da casi miedo. Pocos minutos después de nacer, de todos los recién nacidos que berrean en la unidad infantil, el único que no llora es él, que mira a su alrededor con una mirada adulta, sabia y sensible, como si ya hubiera pasado por el trance varias veces y no le quedaran muchas ganas de repetirlo. Es un niño a quien la vida no le resulta sencilla, un niño que oye, ve y siente las cosas intensamente, un niño que a veces tiene arrebatos emotivos que nos desquician a todos. Yo le tengo un cariño enorme y, además, me saca el instinto protector. Caí en la cuenta —calculando la diferencia horaria entre India y Pensilvania— de que estaría a punto de irse a la cama. Así que canté el Gurugita a mi sobrino Nick para ayudarlo a dormir. A ve-ces le cuesta dormirse, porque tiene una mente muy inquieta. Por eso le dediqué las palabras piadosas del himno a Nick. Llené el cán-tico con todo lo que hubiera querido enseñarle de la vida. Procuré usar cada frase para explicarle que el mundo a veces es duro e in-justo, pero que él tiene la suerte de ser un ruño muy querido. Está rodeado de personas dispuestas a hacer lo que sea para ayudarlo. Y no sólo eso, sino que en el fondo de su ser tiene una sabiduría y una paciencia que se van a revelar con el tiempo y lo van a sacar de cualquier apuro. Mi sobrino es un regalo de Dios a todos nosotros. Usé el viejo texto sánscrito para contárselo a él y al poco tiempo vi que estaba llorando unas lágrimas frías. Pero, cuando iba a secármelas, me di cuenta de que el Gurugita había acabado. La hora y media había pasado ya. Y a mí me habían parecido diez minutos. Asombrada, comprendí que era Nick el que me había guiado. Ese pequeño ser al que había querido ayudar me había ayudado a mí.
Caminé hacia el altar del templo y me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente para dar las gracias a mi Dios, al poder revo-lucionario del amor, a mí misma, a mi gurú y a mi sobrino, en-tendiendo de golpe a nivel molecular (no a nivel intelectual) que todas esas palabras, ideas y personas eran, en realidad, lo mismo. Entonces me metí en la cueva de meditación, me salté el desayuno y pasé casi dos horas notando vibrar el silencio. Obviamente, Ri-chard el Texano hizo todo lo posible para burlarse de mí por haber saltado por la ventana, pues me decía todas las noches después de cenar: «Mañana nos vemos en "El Regurgita", Zampa. Pero, una cosa, procura bajar por las escaleras esta vez, ¿De acuerdo?». Y, por cierto, cuando llamé a mi hermana una semana después, me contó que, inexplicablemente, Nick había empezado a dormirse sin ningún problema. Y, cómo no, varios días después estaba en la biblioteca leyendo un texto sobre el santo indio Sri Ramakrisna, cuando me topé con la historia de una devota que vino a ver al gran maestro y le confesó que temía no tener la suficiente fe ni el sufi-ciente amor a Dios. Y el santo le dijo: «¿No hay nada que ames?». La mujer admitió que adoraba a su joven sobrino más que nada en el mundo. El santo le respondió: «Pues bien. El será tu Krisna; será tu venerado. El culto que rindas a tu sobrino será tu culto a Dios».
Pero todo esto tiene poca importancia. El suceso verdadera-mente sorprendente ocurrió el mismo día en que salté por la ven-tana. Esa tarde me encontré con Delia, mi compañera de cuarto. Le conté que me había dejado encerrada en nuestra habitación. Se quedó atónita.
—¡Pero cómo he podido hacer eso! —exclamó—. Además, llevo toda la mañana pensando en ti. Anoche soñé contigo y las imágenes se me han quedado marcadas. Llevo todo el día acor-dándome.
—Cuéntamelo —le pedí.
—Te veía envuelta en llamas —me confesó Delia—. Y tu ca-ma estaba incendiada también. Yo me levantaba de mi cama para ayudarte, pero al acercarme ya no quedaba de ti más que un mon- toncillo de ceniza blanca.´´

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